CAPÍTULO 2. LAS GRANDES CASTORAS

                                      CAPÍTULO 2. LAS GRANDES CASTORAS

Todos los elementos estaban asombrados de la llegada del grupo de castores, el Gran Roble no paraba

de mover sus ramas de la alegría que le producía verles  jugueteando. Y cómo no, el sauce no dejó

de llorar en toda la tarde, jamás había estado tan emocionado.


  • Oye, ¿nadie les va a preguntar qué hacen por aquí? – Dijo el Viento, bien curioso

  • Pido noo – Contesto la Tierra

  • El fuego se puso el dedo en la nariz, lo que significaba que él tampoco lo haría


Entonces el agua, tan atrevida como siempre, lanzó una ola y preguntó

  • ¿Quienes sois?


Las cuatro castoras se quedaron alucinando. ¿Desde cuándo el agua habla? se preguntó Burbu para sus adentros.


  • Somos un grupo de castores que estamos buscando casa para juguetear un rato todas las semanas - dijo Kibu 

  • ¡¡Aaaaaay que maravilla!! - Dijo el Gran Roble


Los castores siguieron jugueteando y charlando para ver cómo podían organizar y construir su presa para la llegada del resto de la colonia. Tras muchas horas de conversación, a las castoras les entró hambre.


Arco, que llevaba mucho tiempo con el estómago vacío dijo, - Voy a por unas raíces para cenar, ¿alguien quiere algo?


Burbu, que siempre iba bien servida, dijo - yo no, que me he traído unas cortezas del otro bosque


Kibu y Lekes se miraron, pero ninguno dijo nada. Sin embargo, en cuanto apareció Arco con un tronco relleno de raíces, no pudieron evitarlo y le empezaron a coger sin parar, hasta que se acabaron todas entre los tres.


Cuándo llegó la hora de dormir, las cuatro castoras se fueron a buscar un sitio dónde pasar la noche, cómo no, el Gran Roble les ofreció un maravilloso huequecito, dónde las cuatro se quedaron fritas en menos de lo que canta un gallo.

  • Buenas noches - Dijo Lekes 

  • Buenas noches respondieron, contestaron Burbu, Arco y Kibu


Y con la última brisa nocturna y bajo el canto de la luna, todo el bosque quedó profundamente dormido.


A la mañana siguiente, pronto por la mañana sonó como alguien se daba un chapuzón ¡Era Arco! A la pequeña castora rubia le encantaba nadar, y gracias a su fuerte cola pudo llegar de un lado al otro del río, antes de que las olas se despertasen.


  • ¿un chapuzón? - le pregunto el Gran Hermano

  • Sii, me encanta nadar por las mañanas - contestó


Al rato el resto de castoras salieron, Burbu que tenía la tripa rugiendo propuso ir a buscar desayuno y luego ya ponerse a trabajar. 

  • ¡Genial idea! - que además teniendo en cuenta que el resto de castores llegarán este sábado, no podemos perder ni un minutito - Exclamó Lekes


Y tras el desayuno, llegó el momento de ponerse manos a la obra. Las cuatro castoras querían juntas construir una colonia de al menos catorce castores, para ello tenían que ir por otros bosques en busca de pequeñajos con ganas de aprender y disfrutar de la naturaleza y de trabajar en equipo día tras día, hasta ser una colonia unida, en el que cada castorcillo pudiese crecer y desenvolverse.


Las cuatro castoras tenían un papel fundamental, y cada una con sus fortalezas y debilidades iban a hacer de este trocito de río una presa estupenda, llena de vida, juegos, canciones…


Lekes a pesar de ser la más mayor, era la que más motivación tenía por construir una colonia sólida. Y le encantaba usar toda su energía en hacer danzas y juegos de movimiento, siempre le daba una vuelta de rosca a las cosas para que todo fuese alucinante. Los hierros que llevaba en la cara le servían para asustar a los depredadores y proteger a sus seres queridos de cualquier mal.


A Kibu le encantaba aprender, y siempre estaba dispuesto para poner la pata en cualquier momento. Era silencioso y tranquilo,  pero cuándo abría la boca siempre daba en el clavo, tenía unas ideas alucinantes, que aunque pareciera una locura, acababan saliendo genial y hacían que el resto de castoras se riesen y disfrutarán mucho de su presencia. Era un crack camuflándose, y es que gracias a su peinado se podía esconder y que nadie le reconociese.


Arco era una bomba de energía incansable, día tras día ponía su sonrisas e historias pasadas para hacer de las reuniones un momento de no solo trabajo. Le encantaba el deporte y siempre tenía retos en mente para superarse a ella misma y compartirlo con el resto. Si algo la caracteriza, además de la energía, es el cariño y amor que desprende hacia los demás. Su pequeño tamaño le permite poderse meter en cualquier recobeco, lo único es que su melena larga y rubia la delataba siempre.


Y por último Burbu, fue la última en llegar, y gracias a su fortaleza y valentía, había conseguido subir el río ella sola y haberse plantado para ser una castora constructora de felicidad. Con su calma y sentido de la justicia conseguía que todo el equipo estuviese en equilibrio y armonía. No le valia con hacer las cosas, sino que tenían que estar bien hechas y siempre siempre le sacaba el lado positivo a todo. Con sus finas manos era capaz de contruir y crear cualquier cosa que te puedas imaginar. 


Y con todas estas características, ganas y motivación, las cuatro castoras se fueron en busca del resto de castorcillos y castorcillas para formar una colonia unida. Pero no sin antes decidir cómo se iban a llamar.


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