CAPÍTULO 4: LOS PRIMEROS CASTORCILLOS

CAPÍTULO 4. LOS PRIMEROS CASTORCILLOS

Una calurosa tarde de octubre, antes de que las hojas de los robles y abetos empezarán a caer,

los grandes castores vieron moverse algo entre las hojas, estaban nerviosos pues sabían

que algunos castorcillos se irían asomando entre las ramas para poder jugar y aprender de ellos.


Tras asomarse y no ver nada Kibu, Lekes, Arco y Burbu se sentaron en la orilla del río,

y de repente

  • ¡Aaaaalaaaaaa, mirad ahí! exclamó Burbu


Era el reflejo de una pequeña castora de pelo moreno y largo, llevaba una diadema,

pero aun así se le caían mechones y le tapaban los mofletes. La castora bien decidida,

se acercó a ellos y les dijo, yo os conozco, os ví el año pasado jugando con

mis hermanos lobatos. 

Los grandes castores se miraron entre ellos y asintieron, ya que sabían que iba a

querer formar parte de la Colonia Idaho.

  • ¡Hola! ¿Te quieres unir a jugar con nosotras? - preguntó Lekes

  • Pues claro, para eso he venido - contestó la castorcilla sin dudarlo ni un segundo

  • Mmmm te llamaremos REFLEJO - exclamó Kibu


  • ¡Eeee! pero que no he venido sola - Dijo Reflejo

  • ¿Con quién has venido? - Pregunto Arco

Acto seguido Reflejo señaló a una castorcilla que se había quedado al otro lado de la orilla. 


Las grandes castoras se quedaron alucinadas, una pequeña de pelaje castaño

miraba mientras hacía volteretas y se abría de piernas sin ninguna complicación.

  • ¡Pero bueno! si haces casi más acrobacias que las gotas despistadas del oleaje - dijo Lekes

  • Sii, es que me gusta la gimnasia rítmica - comentó la castora con un poco de vergüenza.

  • Pues ya está, a partir de ahora te llamaras GOTA - Exclamó Burbu


Y así, sin ton ni son, fue como las dos primeras castoras se unieron a la Colonia Idaho.


Cuándo ya estaban a punto de empezar el primer juego, Lekes se dió cuenta de que se escuchaban risitas detrás del Gran Roble.

  • Castoras, castoras - Dijo susurrando 

  • ¿Qué pasa? - contestaron al unísono las demás

  • Se escuchan risas detrás del Gran Roble, ¿vamos a investigar? - preguntó mientras se agachaba


Y… tachaaaan


Ahí estaban, eran otros dos castores, pero nada más ver que les observaban,

el más pequeñajo se escondió detrás de su amiga, y las risas se cortaron en un periquete.


El pelaje rubio de la castora brillaba entre las hojas y ramas,

igual que lo hace el cuarzo entre el granito. 

  • ¡Hola, hola! - grito Arco llena de alegría

  • hola, se escucho con voz tímida

  • ¿Quienes sois?

  • Sooomooooos, mmmmm dos amigos que venimos a jugar - contestó el pequeño castor, que seguía escondido detrás de su amiga

  • Pues habéis venido al sitio indicado, bienvenidos a la colonia Idaho - Dijo Lekes

  • ¿Os parece si hacemos un círculo y nos presentamos? - preguntó Kibu

  • Genial idea - le contestó Burbu muy entusiasmada


Tanto los grandes Castores, como las nuevas casotras y castores hicieron un

círculo al lado del Gran Roble.

  • Bueno, bueno, a mi me da que esta pequeñaja que no para de reir

  • y que su pelaje brilla como el de nadie en el bosque, se debería de llamar CUARZO ¿qué os parece? - dijo Lekes mientras le acariciaba la espalda

  • Bhuaaa, si si, no hay mejor nombre para ella - le contestó Arco

  • Y a ti… ahora lo descubriremos - Le dijo Kibu bien contento


Y después de algunas miradas cómplices y muchas risas nerviosas, las cuatro grandes castoras

y los cuatro castores, se pusieron manos a la obra para empezar a construir la presa,

pero no sin antes unos juegos y unas danzas para conocerse mejor entre ellos.


El pequeño castor no tardó ni cinco minutos en empezar a trepar, moverse, saltar,

correr, gritar… Y cuándo se cansaba un poquito, paraba y después vuelta al ruedo.

Vamos que parecía una nube en plena tormenta, lluvia por aquí, relámpago por allá…


  • Madre mia menudo Terremoto eres - le dijo Lekes entre risas

  • ¿Y si le llamamos terremoto? - pregunto Arco

  • Mmmm, yo creo que le pega más LLUVIA, ya que de vez en cuando escampa un poco toda esa energía, y luego vuelve más fuerte que antes - le contestó Kibu

  • Me encanta Lluvia, es un nombre super chulo - dijo Burbu mientras le rascaba la cabeza


Y así fue como, Reflejo, Gotita, Cuarzo y Lluvia se convirtieron en los primeros castores

de la Colonia Idaho. Y después de una tarde maravillosa, las mamás y papás les vinieron

a buscar para irse a comer algo rico y disfrutar de la maravillosa tarde soleada que venia.


CAPÍTULO 3. COLONIA IDAHO

 CAPÍTULO 3. COLONIA IDAHO


Antes de la llegada de los castorcillos y castorcillas, las cuatro Grandes Castoras tenían que pensar

cómo se iban a llamar, porque claro “Colonia de Castores” era super soso y no era atractivo.


  • ¿Y si juntamos nuestras iniciales? - Propuso Arco

  • Mmmmm… A ver, LAKB es muy feo - Dijo Kibu sin pelos en la lengua

  • ALKB!! Dijo super emocionada Burbu

  • Bueno si es chulo, pero no vamos a saberlo pronunciarlo rápido - objeto Lekes

  • ¡Joeee que difícil! - grito Arco, que se estaba empezando a frustrar


Se miraron con cara de desesperación, y entonces Burbu propuso, - ¿Y si hacemos una lluvia de ideas?

  • Podemos preguntarle a los árboles, que seguro que tienen grandes ideas - Dijo Lekes emocionada

  • Super idea - le respondió Kibu


Entonces Arco, tan decidida como siempre, le propuso a los árboles participar en la lluvia de ideas,

y les contó que las castoras estaban bloqueadas, porque no se les ocurría nada de nada. 


Los árboles emocionados avisaron al resto del bosque y  tanto los castores, como los árboles,

rocas, elementos de la naturaleza y hasta el más pequeño fruto se pusieron a pensar.


Tras una larga mañana, las castoras tenían el cerebro frito.

  • Mi mamá me decía cuándo la cabeza está cansada, lo que hay que hacer es despejarse - Dijo Kibu

  • Pues vamos a darnos un chapuzón y a jugar en el agua - Propuso Burbu

  • Bhuaaaa, se me acaba de ocurrir un juego - Dijo Lekes

  • Pues a jugaaar- gritó Arco, mientras se tiraba de bomba al río


  • Vale a ver, a la de tres nos tiramos al río y tenemos 20 segundos para buscar algo chulísimo, luego hacemos lo mismo pero sólo 10 segundos y por último lo mismo pero sólo con 5. Y después de las tres rondas, cuándo tengamos 12 objetos en total, el gran roble los lanzará y haremos una competición para ver quién consigue más. 

  • Siii, me encanta, me encanta - Dijo Burbu


Kibu se rió silenciosamente, y miró a su alrededor para ver si veía algo fácil de coger.


Las cuatro castoras se prepararon en posición de salto y ¡Splash!


  • ¡Ay! No me había enterado de que era ya - Exclamó Burbu mientras se tiraba,

  • más tarde que el resto.


Todas sacaron palos o piedras, y casi sin haber cogido aire se tiraron de nuevo a por el segundo objeto,

y de repente…

  • Chicaaaas, chicaaaaas mirad lo que he encontrado - gritó Arco, que se había ido hasta el fondo del Gran Hermano en busca de algo de valor

  • ¿Qué es eso? - pregunto Burbu

  • La verdad es que ni idea - Dijo Arco


Las cuatro castoras se empezaron a reír a carcajada limpia 


  • ¿Entonces por qué nos llamas con tanta emoción? - Preguntó Kibu

  • No se, me ha parecido chulo - Le contestó Arco entre carcajadas


Es una caja vieja, suspiro el viento, que no podía parar de pasar por allí.


Cuándo las castoras emocionadas abrieron la caja, el viento se volvió loco y empezó a dar tumbos

de un lado para otro, haciendo que los árboles se zarandearan muy fuerte.


  • Aaaaaaaaaaa - gritaron las castoras

  • ¿Pero qué está pasando? - Grito Lekes mirando hacia los lados


Kibu que no aguantaba más los gritos cerró la caja, y entonces el viento se calmó. Los árboles estaban despeinados y algunas hojas y pétalos de las flores habían caído al suelo.


  • Me da a mi que más que un tesoro, has encontrado la casa del diablo - dijo Burbu 

  • ¿Viento se puede saber por qué  has hecho eso? - Grito Arco enfadada


El viento paso suave al lado de los castores y dijo:

  • Es la caja de una colonia de castores que habitaba aquí hace unos años


  • ¿Y a santo de qué tanto ajetreo? - preguntó Lekes

  • Ah sin más, era para darle emoción al asunto - contestó el viento


Entonces las castoras abrieron de nuevo la caja, está vez sin nada de viento. Se quedaron las cuatro embelesadas, no entendían nada de lo que había dentro, pero todo era super colorido y les pareció precioso.


  • ¡Ala! ¿Esto es una carta? - Pregunto Burbu


Lekes la cogió y empezó a leer

  • Buenos días grandes Castoras:

Si habéis encontrado está carta es porque definitivamente la Colonia Idaho vuelve a cobrar vida,

eso nos pone super contentas y nos emociona, aunque seguramente no estaremos para verlo.

La Colonia Idaho, ha sido desde 1988 un lugar de juego, diversión, aprendizaje, dónde todas las castoras y castores han podido disfrutar de la vida en el estanque, sacando las castañas

del fuego ellas solitas, construyendo presas enormes a cada sitio al que iban de acampada, y compartiendo momentos, comida, experiencias, ropa de abrigo, y mil cosas más.


Cuándo llegamos por primera vez a este bosque no sabíamos cómo llamarnos, así que

empezamos a investigar sobre la historia del bosque, y descubrimos que  la primera

castora que pasó por aquí se llamaba Idaho, era aventurera, risueña y siempre hacía

todo lo que podía para que el resto de animales estuvieran en las mejores condiciones.

Un día una fuerte tormenta derrumbó la presa y todas las madrigueras, un montón de

familias resultaron heridas, y entonces Idaho se puso manos a la obra, ayudó a casi todos.

Construyo balsas para que  pudieran huir, y cuándo volvieron, se encontraron con

el bosque impoluto, todas las familias tenían de nuevo sus madrigueras listas y

las despensas llenas de comida para el invierno, sin embargo, Idaho ya no estaba.

Por ello el resto de castores decidieron llamarse Colonia Idaho, en honor

a la gran heroína que salvó a toda la colonia.


  • ¡Alaaa, eso si que no me lo esperaba! - Exclamó Lekes

  • Una heroína castora, esto es lo mejor que he escuchado nunca - Dijo Kibu

  • A mi me gusta mucho la historia, igual podríamos llamarnos Idaho nosotras también, ¿Qué os parece? - Apuntó Burbu

  • Super - Dijeron Lekes, Kibu y Arco a la vez



Y así fue, cómo la Colonia Idaho volvió a cobrar vida, ya solo faltaban las pequeñas y pequeños castores revoloteando y chapoteando por el estanque.


CAPÍTULO 2. LAS GRANDES CASTORAS

                                      CAPÍTULO 2. LAS GRANDES CASTORAS

Todos los elementos estaban asombrados de la llegada del grupo de castores, el Gran Roble no paraba

de mover sus ramas de la alegría que le producía verles  jugueteando. Y cómo no, el sauce no dejó

de llorar en toda la tarde, jamás había estado tan emocionado.


  • Oye, ¿nadie les va a preguntar qué hacen por aquí? – Dijo el Viento, bien curioso

  • Pido noo – Contesto la Tierra

  • El fuego se puso el dedo en la nariz, lo que significaba que él tampoco lo haría


Entonces el agua, tan atrevida como siempre, lanzó una ola y preguntó

  • ¿Quienes sois?


Las cuatro castoras se quedaron alucinando. ¿Desde cuándo el agua habla? se preguntó Burbu para sus adentros.


  • Somos un grupo de castores que estamos buscando casa para juguetear un rato todas las semanas - dijo Kibu 

  • ¡¡Aaaaaay que maravilla!! - Dijo el Gran Roble


Los castores siguieron jugueteando y charlando para ver cómo podían organizar y construir su presa para la llegada del resto de la colonia. Tras muchas horas de conversación, a las castoras les entró hambre.


Arco, que llevaba mucho tiempo con el estómago vacío dijo, - Voy a por unas raíces para cenar, ¿alguien quiere algo?


Burbu, que siempre iba bien servida, dijo - yo no, que me he traído unas cortezas del otro bosque


Kibu y Lekes se miraron, pero ninguno dijo nada. Sin embargo, en cuanto apareció Arco con un tronco relleno de raíces, no pudieron evitarlo y le empezaron a coger sin parar, hasta que se acabaron todas entre los tres.


Cuándo llegó la hora de dormir, las cuatro castoras se fueron a buscar un sitio dónde pasar la noche, cómo no, el Gran Roble les ofreció un maravilloso huequecito, dónde las cuatro se quedaron fritas en menos de lo que canta un gallo.

  • Buenas noches - Dijo Lekes 

  • Buenas noches respondieron, contestaron Burbu, Arco y Kibu


Y con la última brisa nocturna y bajo el canto de la luna, todo el bosque quedó profundamente dormido.


A la mañana siguiente, pronto por la mañana sonó como alguien se daba un chapuzón ¡Era Arco! A la pequeña castora rubia le encantaba nadar, y gracias a su fuerte cola pudo llegar de un lado al otro del río, antes de que las olas se despertasen.


  • ¿un chapuzón? - le pregunto el Gran Hermano

  • Sii, me encanta nadar por las mañanas - contestó


Al rato el resto de castoras salieron, Burbu que tenía la tripa rugiendo propuso ir a buscar desayuno y luego ya ponerse a trabajar. 

  • ¡Genial idea! - que además teniendo en cuenta que el resto de castores llegarán este sábado, no podemos perder ni un minutito - Exclamó Lekes


Y tras el desayuno, llegó el momento de ponerse manos a la obra. Las cuatro castoras querían juntas construir una colonia de al menos catorce castores, para ello tenían que ir por otros bosques en busca de pequeñajos con ganas de aprender y disfrutar de la naturaleza y de trabajar en equipo día tras día, hasta ser una colonia unida, en el que cada castorcillo pudiese crecer y desenvolverse.


Las cuatro castoras tenían un papel fundamental, y cada una con sus fortalezas y debilidades iban a hacer de este trocito de río una presa estupenda, llena de vida, juegos, canciones…


Lekes a pesar de ser la más mayor, era la que más motivación tenía por construir una colonia sólida. Y le encantaba usar toda su energía en hacer danzas y juegos de movimiento, siempre le daba una vuelta de rosca a las cosas para que todo fuese alucinante. Los hierros que llevaba en la cara le servían para asustar a los depredadores y proteger a sus seres queridos de cualquier mal.


A Kibu le encantaba aprender, y siempre estaba dispuesto para poner la pata en cualquier momento. Era silencioso y tranquilo,  pero cuándo abría la boca siempre daba en el clavo, tenía unas ideas alucinantes, que aunque pareciera una locura, acababan saliendo genial y hacían que el resto de castoras se riesen y disfrutarán mucho de su presencia. Era un crack camuflándose, y es que gracias a su peinado se podía esconder y que nadie le reconociese.


Arco era una bomba de energía incansable, día tras día ponía su sonrisas e historias pasadas para hacer de las reuniones un momento de no solo trabajo. Le encantaba el deporte y siempre tenía retos en mente para superarse a ella misma y compartirlo con el resto. Si algo la caracteriza, además de la energía, es el cariño y amor que desprende hacia los demás. Su pequeño tamaño le permite poderse meter en cualquier recobeco, lo único es que su melena larga y rubia la delataba siempre.


Y por último Burbu, fue la última en llegar, y gracias a su fortaleza y valentía, había conseguido subir el río ella sola y haberse plantado para ser una castora constructora de felicidad. Con su calma y sentido de la justicia conseguía que todo el equipo estuviese en equilibrio y armonía. No le valia con hacer las cosas, sino que tenían que estar bien hechas y siempre siempre le sacaba el lado positivo a todo. Con sus finas manos era capaz de contruir y crear cualquier cosa que te puedas imaginar. 


Y con todas estas características, ganas y motivación, las cuatro castoras se fueron en busca del resto de castorcillos y castorcillas para formar una colonia unida. Pero no sin antes decidir cómo se iban a llamar.